
Salía de la reunión con la responsable de la Agencia Asturiana de Emigración, en el espantoso edificio Calatrava de Oviedo. Caminaba cabizbajo hacia la zona comercial, cuando escuché tras mis pasos la voz inocente de una niña diciendo a su padre, o a su abuelo joven:
-El mundo se va a acabar algún día, ¿a que sí?
El padre, o abuelo joven, respondió sin titubeos.
-Sí, se va a acabar algún día... Seguro.
Fue esa certeza la que me sacó del pesimismo post-reunión-con-los-organismos-públicos-asturianos... ¡Qué cosas!
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