Sinopsis
viernes, 26 de marzo de 2010
Esperanza
Ayer me reuní en Cabañaquinta (capital del municipio de Aller) con la plana mayor del turismo municipal.
Resulta tragicómico ver (en plano general) a tres personas ocupando la esquina de una mesa alargada, con las cartas sobre la mesa nada más empezar la partida -todos vamos de farol y lo sabemos, he ahí la parte patética - y charlando hora y media sobre una película documental (los documentales también son películas) que protagoniza un vecino de ese municipio asturiano.
Como nos caemos simpáticos, al final lo de los faroles y las cartas se va olvidando. No sólo hablamos de Corsino. Dio tiempo para otras cosas. Cine, televisión, gestión, familia, senderismo. Todo ello sin dinero. No hay dinero.
¿A quién le importan los faroles o las escaleras de color, quién juega una partida cuando no hay dinero o apuesta...?
Grabé unos planos ante la vieja carretera de entrada a Moreda. Creo que serán los últimos, ahora sí.
Se me echó el hambre encima, y cuando vi la palabra ESPERANZA en el toldo de aquella sidrería cualquiera, tuve que entrar a por su picadillo con patatas. La esperanza es lo único que se pierde. ¿O es el hambre? Esperanza, Manta Ray. Es-pe-ran-za...
La esperanza suele quedar ilustrada con nubes atravesadas por un chorro de luz, sobre todo cuando la doctrina cristiana entra en la partida. Ayer en Aller lucía el sol. Mal día para ir de farol.
Los faroleros conocen el sabor de la Esperanza. Sabe a picadillo, y repite.
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